Todo empezó con una traición.
Una traición a la naturaleza, al cine, a la geometría sagrada del rectángulo horizontal.
Durante siglos, el mundo fue horizontal.
El horizonte se llama así por algo.
La pintura era apaisada. El cine, panorámico.
Las computadoras, las pantallas,
hasta la primera selfie… todo era horizontal.
La evolución había diseñado la mirada humana para ver como en cinemascope:
180 grados de rango visual,
135 grados de visión binocular
y 0 grados de tolerancia para ver un video vertical.
Pero un día… ocurrió el quiebre.
No fue culpa del Homo sapiens.
Fue culpa del Homo scrollensis.
Un dedo tembloroso, entrenado para deslizarse hacia arriba sin mirar atrás.
Y allí apareció:
Instagram.
Con su lógica vertical.
Con su exigencia de encuadrar el mundo en un sarcófago angosto de 9:16.
¡Como mirar el universo por la cerradura de una puerta!
El teléfono se volvió cámara.
El video se volvió story.
Y nosotros, esclavos del formato,
empezamos a grabar todo… de pie.
Los cineastas lloraron.
Los fotógrafos protestaron.
La lógica gritó:
“¡¿Cómo encuadro a mi grupo de amigos en formato vertical?!”
Pero nada detuvo el avance del algoritmo.
Ahora vivimos atrapados en un scroll infinito.
Filmamos conciertos como si estuviéramos dentro de un ascensor.
Fotografiamos atardeceres desde una puerta entreabierta.
Por eso, ha llegado el momento de hacer algo simple:
girar el celular
No como gesto técnico.
Sino como acto político.
Como acto poético.
Como grito silencioso
contra la dictadura del 9:16.
Porque no es que odiemos el vertical.
Es que amamos el mundo completo.
Queremos volver a ver los paisajes sin que parezcan estampillas.
Queremos planos donde entren las cosas, las personas… y sus sentimientos.
Queremos volver al encuadre donde todo cabe,
donde todo conversa,
donde hay aire hasta para el silencio.
El video vertical es cómodo.
Tan cómodo como vivir en los departamentos cofre de Hong Kong.
Y nosotros no queremos vivir en ataúdes.
Queremos vivir en casas con amplios balcones,
o por lo menos mamparas que nos muestren vistas panorámicas.
Así que esto no es nostalgia.
Es resistencia.
Y si estás leyendo esto en vertical,
no te sientas mal.
Solo… gira.
Respira
y mira todo lo que puede volver a entrar en el clásico formato.
La vida no fue hecha para caber en un story.
Fue hecha para extenderse como el horizonte,
para moverse con libertad,
para no ser recortada por un algoritmo.
La vida fue hecha para encuadrarse a lo grande y por todo lo ancho.
Así que la próxima vez que saques el celular,
no preguntes qué formato quiere el algoritmo.
Gíralo. Solo gíralo.

No duele. No consume más datos. No te va a bajar el engagement.
Solo te va a devolver el aire. El paisaje. El plano donde todo cabe.
Que tu historia se vea como una buena película:
completa, abierta, horizontal… como Dios (o Kubrick) manda.
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