Zapping al revés

Desde chico tuve un trastorno televisivo. Mientras todos hacían zapping para saltarse los comerciales, yo lo hacía al revés.

Sí, veía la tanda entera de comerciales con devoción y, cuando volvía la película cambiaba de canal para seguir viendo más comerciales. Era como un monje publicitario idolatrando el jingle o la idea perfecta.

—Estás mal —me decía mi hermano—. ¡Nadie cambia de canal para seguir viendo más comerciales!

—Yo sí —respondía, con la firmeza de quien sabe que está perdiendo el tiempo correctamente.

Estaba hechizado. No por una chica, sino por una bruja rubia de la tele: Samantha. Su esposo, publicista, era mi inspiración.

Vivía inventando slogans, lidiando con clientes y esquivando a su suegra con poderes.

Pero claro, la vida no es una serie de los sesenta. Cuando le dije a mi papá que quería ser publicista, me miró como si le hubiera dicho que quería ser bailarín de ballet.

—¿Publicista? ¡Eso es para rosquetes! —exclamó, con esa seguridad temerosa que solo dan los prejuicios bien planchados.

Fui donde mi mamá, buscando un poco de comprensión, o al menos una sonrisa compasiva.

—¿Publicista? —repitió ella, con gesto de escándalo—. Nooo, eso es para drogadictos. 

-¿No te gustaría ser marino?

No les hice caso. Seguí viendo comerciales. Seguía haciendo zapping al revés.

Y un día, sin darme cuenta, ya estaba trabajando como Director Creativo en las mejores agencias del medio, como Publicistas Asociados, J W Thompson y Properú, entre otras.

Hoy tengo casi 40 años como publicista y 35 como profesor de creatividad en el Instituto Peruano  de Publicidad.

Pero hay que decirlo: mis padres me querían. Y querían lo mejor para mí. Solo que “lo mejor” venía en su versión personal: con terno gris o uniforme naval.

Yo elegí otra ruta: la de los slogans, las ideas memorables y jingles pegajosos.

Y con el tiempo, les demostré que no hacía falta ser drogadicto para tener imaginación, ni gay para trabajar con estilo. 

Que los publicistas, como los marinos o los ejecutivos, son de todos los colores y que las etiquetas, esas que nos gusta poner como las de la ropa, siempre son incómodas y muchas veces traen la talla equivocada.

Moraleja:

A veces hay que hacer zapping al revés en la vida. Porque mientras todos cambian de canal para ver lo que deben, tú puedes quedarte viendo —y haciendo— lo que quieres.

Y, sobre las etiquetas… la gente no es un producto en una prenda que se puede ajustar a una talla estándar. No todos cabemos en el mismo corte, y eso es lo que nos hace únicos. Las etiquetas no son más que la ropa que la sociedad quiere que te pongas, pero al final, la única talla que realmente importa es la que eliges para ti.


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Comentarios

4 respuestas a «Zapping al revés»

  1. Avatar de Richard Del Rosario
    Richard Del Rosario

    Genial Christan!!!!

  2. Avatar de Heinz
    Heinz

    Interesante historia. Efectivamente muchas pérsonass se dejan llevar por lo que los padres les «exigen», pero lo importante es como tu te sientas a gusto, porque al final es en lo que te vas a desarrollar.

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