(Del slogan al hashtag: distintos nombres para una misma intención creativa)
En la industria publicitaria, los nombres cambian más rápido que las tendencias de TikTok.
Y aunque las herramientas evolucionan, hay algo que nunca cambia: la esencia de una buena idea.
Por ejemplo, hubo una época en que existía el slogan.
Claro, contundente. Se pegaba.
Ahora le dicen hashtag, y aunque cambió el símbolo, la intención sigue siendo la misma: quedarse en tu cabeza.
Tuvimos también a los líderes de opinión.
Referentes que marcaban agenda.
Hoy se llaman influencers, y sí, algunos bailan y otros opinan, pero en el fondo siguen siendo voces que influyen.
Hacíamos appetite appeal.
Jugábamos con el antojo, la iluminación y el deseo.
Hoy lo llaman food porn, y aunque tenga más brillo, sigue apelando al mismo impulso: las ganas.
Una vez, lo llamamos campaña.
Hoy es una “estrategia de contenidos multiplataforma con storytelling emocional y enfoque en engagement”.
Distinto empaque, misma necesidad: conectar con alguien y lograr que actúe.
El cliente era el protagonista.
Hoy es usuario, buyer persona, comunidad…
Pero sigue siendo una persona que espera algo que le resuelva la vida, o al menos le saque una sonrisa.
Promoción era la palabra.
Hoy la llaman activación de marca.
Y sí, hay drones, luces y pantallas, pero el fondo es el mismo: captar atención y provocar acción.
Solíamos decir público objetivo.
Ahora se habla de tribus digitales.
Y aunque el mapa cambió, seguimos buscando a alguien que nos escuche, nos entienda y nos elija.
Antes hacíamos piezas.
Comerciales de 30 segundos, cuñas radiales, avisos impresos.
Hoy se les dice contenido, y parece que todo tiene que serlo.
Pero desde siempre, el objetivo ha sido el mismo: decir algo que valga la pena ver, leer o escuchar.
No es que lo nuevo esté mal. Al contrario. Es brillante.
Pero hay algo reconfortante en saber que, en el fondo, todo sigue siendo lo mismo.
Por eso, cuando alguien me cuenta una idea “nunca antes vista”, yo sonrío.
No porque no le crea.
Sino porque me acuerdo de Trog, el cavernícola.
El verdadero pionero del marketing experiencial.
Trog tallaba un bisonte en piedra para señalar dónde cazar.
Eso era contenido visual con propósito.
Encendía una fogata para atraer a su tribu.
Eso es ambient marketing.
Y gritaba “¡León!” cuando venía el peligro.
Eso, sin duda, era una excelente push notification.
Cambian los nombres. Cambian las plataformas.
Pero el corazón de las ideas, ese no cambia nunca.
Moraleja: Lo valioso no es cómo lo llamamos, sino lo que realmente logra. Porque la creatividad, como el fuego, se reinventa en cada generación… pero siempre con la misma chispa.
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