Hay lugares en el mundo donde uno va a encontrarse a sí mismo. Y otros donde uno va… bueno, a dejar parte de sí. Bali, por ejemplo, es una mezcla de ambos.
Después de unos días de playas, olas y templos, mi esposa y yo decidimos hacer algo completamente exótico: ir a un centro comercial con aire acondicionado. Pura antropología.
Un centro comercial elegantísimo, de esos que brillan más que la frente de un turista sin bloqueador, cuando sentí… el llamado. El verdadero llamado. No el de los templos, ni el de la espiritualidad. El llamado intestinal.
Camino con urgencia, cruzando tiendas de ropa exótica,incienso y cuadros de Buda sonriendo como quien ya sabe lo que te espera. Llego al baño. Moderno. Pulcro. Silencioso. Y entonces lo veo.
No hay trono. No hay papel. Hay… un agujero en el suelo. Y dos huellas marcadas, como instrucciones en una pista de baile para un vals escatológico.
No supe si sentarme, arrodillarme o pedir permiso. Pero el cuerpo decide antes que el alma, y ahí me ves: en posición ninja, haciendo equilibrio entre la dignidad y la gravedad.
Intento razonar. Tal vez es arte. Tal vez es una instalación conceptual. Pero no: es funcional. El misterio se agrava cuando busco papel higiénico y solo encuentro un barril con agua y una tacita flotando como barquito de papel en tormenta cultural.
¿Qué hago? ¿Llamo a mi esposa? ¿Llamo a la embajada? ¿Simulo una emergencia y huyo?
No, señores. Yo soy peruano. Publicista. Y en la publicidad, cuando no hay recursos, se improvisa. Así que… resolví.
No entraré en detalles, pero digamos que salí más liviano. Y… con look nuevo.
Pero lo mejor vino después.
Mi esposa, esperándome con paciencia zen me mira de arriba a abajo y pregunta intrigada:
—¿Y tu polo?
—¿Qué tiene?
—Tenía mangas cuando entraste.
Silencio.
Y ahí quedó todo. Porque hay cosas que se explican. Y otras que se respetan como las grandes decisiones de la vida. Como cambiar de religión. O de método higiénico.
Desde ese día, cada vez que me pongo un polo sin mangas… siento que es una ofrenda. A la creatividad. A la adaptación. Y al baño más elegante y traumático de toda Asia.
Moraleja:
Siempre lleva papel higiénico. Y si no puedes… al menos lleva un polo viejo.
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