De la jungla que me libré.

Me bajé del avión un miércoles, con mi cámara de safari aún colgando del hombro, el polvo rojo de los caminos tanzanos en las suelas y el recuerdo de los rugidos: leones, jirafas, cebras, ñus, cocodrilos, hipopótamos y con la tremenda suerte de ver una escena de apareamiento de leopardos.

Una galería viva del África salvaje, versión fotógrafo amateur, con momentos alucinantes en los que realmente “ajusté”, como cuando tres leonas merodearon el jeep y nos miraron con esa calma que precede al salto.

Pero de lo que realmente me escapé no fue del rey de la sabana ni de sus temibles leonas.

De lo que en verdad me libré fue de otra jungla:

Elecciones presidenciales.

Ahí estaba el verdadero peligro: el de la urna, el del grito, el del poder arrogante y el humo de la revuelta.

Una selva humana donde también se caza, se huye y, lo peor de todo: víctimas mortales.

El instinto es el mismo; solo cambian los depredadores.

En Tanzania, justo cuando estiraba las piernas tras mi safari, estalló lo que parecía una obra mal ensayada de bestialidad política: una elección anunciada con una sospechosa victoria del 98% para Samia Suluhu Hassan.

Según me contaron los taxistas —esos cronistas sin micrófono que todo viajero debería escuchar—, la presidenta no inspira precisamente calma.

Ellos la describen con palabras que suenan más a selva que a discurso: una cazadora política, astuta, temida.

Pareciera que en su reino no se respira libertad, sino instinto.

Y que en la lista de los Big Five, ella debería ser la Big Six.

Mientras tanto, yo, metido en mis recuerdos, revisando mis fotos de hipopótamos apareándose y elefantes al atardecer, ignoraba que estaba en el epicentro de una estampida diferente: manifestantes en las calles de Dar es Salaam, apagones de internet, toque de queda… y muertos que nunca debieron formar parte del paisaje.

Si bien sobreviví a tres leonas que me cerraron el paso, no contaba con que la verdadera bestia no llevaba melena ni colmillos: estaba alrededor mío, cerca, a mis espaldas… y yo sin darme cuenta en plena jungla electoral.

Felizmente ahora estoy en Lima, contando que de lo que me libré fue mucho más valioso que cualquier selfie con jirafas.

Me libré del tumulto que se disfraza de urnas, de la fiera que se disfraza de demócrata y se convierte en depredador, de la pradera política donde los que rugen alto ganan de manera salvaje devorando a sus presas.

Viajar te enfrenta a leones, a tormentas, a caminos que se bifurcan.

A veces, lo más peligroso está en lo que parece normal: “Elecciones democráticas”

Afortunadamente salí ileso, sin la huella de una llanta de tanque sobre mi espalda.

Y ahí me di cuenta: lo más peligroso no siempre está en el visor de la cámara, sino en el paisaje político que se mete en el cuadro sin aviso.

Sobrevivir no solo significa esquivar fieras: también implica saber cuándo no meterte en la cueva del lobo, elegir bien en qué momento estar y en qué momento no.

Viajar es maravilloso, pero conviene averiguar siempre a dónde vas, no solo hoteles o rutas, sino también la situación política del país.


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Comentarios

6 respuestas a «De la jungla que me libré.»

  1. Avatar de Guillermo Herrera Fakhye
    Guillermo Herrera Fakhye

    Mi querido Christian,
    Ya de retorno a tu querido país ya te habrás dado cuenta que la ignorancia izquierdista ha parido una especie mas salvaje, estúpida e ignorante, autodenominada «Generación Z», que son peores que cualquier salvaje animal, ya que ni entre ellos se entienden, solo cuando se trata de actuar ante sus supuestos domadores «La Policía Nacional del Perú».

  2. Avatar de Heinz
    Heinz

    Ya sabes lo que es África. ..Una experiencia a Dios gracias, exitosa.

  3. Avatar de Gustavo
    Gustavo

    Buena analogía bruja…derrochando creatividad en un medio publicitario venido a menos

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