Luego de entrenarme más de tres meses en el Gimnasio y de viajar en avión durante casi dos días, estaba frente a uno de los mejores tubos del mundo: Padang Padang.
La isla de Indonesia posee las mejores olas del planeta y para correrlas hay que estar bien entrenado, y con un estado físico que te permita soportar la furia de sus olas como las de Ulluwatú, Binguin, DreamLand, Balangán, Impossible y muchísimos points más como Padang Padang, donde si no estás preparado, el reef- a pocos metros y hasta centímetros de profundidad- te lo hace saber.
Esta historia, que no es de olas, comenzó una noche cuando mi esposa me dijo para salir a un pub llamado Sari Club que hoy no existe gracias a la ira y el fanatismo musulmán que lo voló en mil pedazos con un coche bomba, expresando brutalmente su odio hacia occidente.
Afortunadamente, meses antes de esa catástrofe, me encontraba en Bali disfrutando de sus olas y vida nocturna, pero algunos días después, no me sentía con ánimo ni de correr, ni de disfrutar en el desaparecido Sari Club del famoso “Arak madú”, un trago similar al long time que servían años atrás en la Granja Azul.
Mi esposa estaba totalmente intrigada y hasta asustada de que yo no quisiera salir ni hacer nada. Me encontraba débil, con calentura y hasta más rojo de lo que normalmente soy.
Pasaron algunos días y los síntomas eran más notorios, más fiebre, más calentura, más rojo.
–Ah no! – dijo mi esposa,
–es hora de llamar a un doctor…
Este, llegó en su moto y con su extraño idioma- Bahasa Indonés- murmuró unas frases, me hizo un gesto como diciendo no tienes nada y se fue.
Lo que no se fue, fue la fiebre, el color rojo de mi piel, ni el dolor de cabeza que no podía soportar más hasta que decidí ir al hospital.
Luego de hacerme un análisis de sangre regresé a los dos días al hospital para ver los resultados.
Me atendió otro doctor que me hizo pasar a un cuartito mientras yo, con mi sonrisa nerviosa le decía:
-¿Y, qué tal, todo bien?
-Is everything all right?
Cuando me mira con seria preocupación diciéndome:
-Please, sit down…
En ese momento sentí que no eran buenas noticias.
–Yu haf Denge- me dijo en su incipiente inglés.
-¿Dengue?- exclamé aterrorizado.
En ese momento mis síntomas se agudizaron dejándome paralizado. Nunca imaginé tener dengue y menos a millones de kilómetros de mi casa!
Fue entonces que tuve que trasladarme lejos de la isla hasta un hospital de mejor nivel porque esto, ya era cosa seria.
Me interné durante una semana en el hospital más costoso de la isla, pero en un cuarto que su techo tenía más zancudos que los que había visto en toda mi vida y eran estos insectos los que transmitían el temible dengue.
Luego de una interminable semana, tomando sopas frías, miles de pepas ,sueros y cantidades industriales de agua(cuatro litros de agua diario) me recuperé y pude dejar la clínica luego de pagar una cuenta que me dolió más que la enfermedad
Al llegar a mi hotel, me encontré con el primer médico que me atendió y que no le dio la importancia del caso a mi enfermedad y que luego, sarcásticamente, me hizo saber que el dengue es cosa de todos los días en Bali y que simplemente se cura, tomando mucha agua como me dieron en el hospital.
Más tarde descubrí que el virus del dengue que transmiten los zancudos no tiene vacuna preventiva pero que se elimina por la orina al tomar grandes cantidades de agua como lo hacen todos los lugareños sin tanto problema como el que me hice yo.
Y es que en realidad, las cosas no son tan graves como las imaginamos y las soluciones a nuestros problemas muchas veces son tan simples como el agua.
Agua,solo agua
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