Hoy más que nunca , y con los pies bien puestos sobre la tierra, valoro todo lo que Dios me ha dado, luego de descender ciento setenta metros por el cañón de Autisha, (algo así como la altura de dos edificios Westin) cruzar un improvisado puente a cientos de metros de altura, subir por las escaleras del socavón de una mina cerrada, caminar al borde del abismo por un acantilado con solo la luz de mi linterna aferrándome a la vida como nunca antes lo hice.
Amo la vida que muchas veces y por ocasiones ajenas a nosotros pende de un hilo, pero que en esta increíble historia, y por decisión mía, pendía solo de una cuerda, de pasos firmes y temple de acero.
Eran las 5 de la mañana y no lo cantaba Juan Luis y su 4.40 cuando mis amigos y compañeros de carpeta del María Reina salimos hacia el cañón de Autisha a solo dos horas de Lima cual aventura escolar pero treinta años después de salir del Colegio. Todos con algunos kilos y muchos años más.
Luchito “el chino” Pun, primero de la clase, de gran inteligencia, hoy famoso doctor experto en dietas al que la gente de peso-en todo el sentido de la palabra- siempre recurre, Fernando “Tato” Martínez, quien nos abandonó más rápido que su veloz moto de cross con un salto a otro colegio como los que da hoy en día en peligrosos circuitos no aptos para principiantes, Alfredo Ladrón de Guevara, notable brigadier y delegado del salón, más conocido como “Punch” por su parecido con uno de los integrantes de patrulla motorizada(sintonizada serie de los ochentas),Jimmy Pool “el gringo” maestro de artes marciales y cultura oriental, siempre seguro de si mismo y al que hoy todos conocemos como “el Sensei” , Gonzalo Bullard un tranquilo muchacho que siempre deja intranquila a las muchachas por su pepa, José “Pablo” Madalengoitia, “el hombre cámara” el único que no era de nuestro colegio pero quien inmortalizaría nuestra aventura con sus magistrales fotos y yo. Christian “la bruja MacLean” como me llaman solo mis patas desde aquella época escolar.
Todos grandes amigos hasta el día de hoy, y que el destino nuevamente uniría en la más increíble aventura.
-El Canón de Autisha es espectacular para hacerlo a rapel y cuando llegas al final, te encuentras con una catarata alucinante– comentaba el buen Gonzalo con su ron en mano en el último almuerzo de ex alumnos del María Reina que reunió a todos los involucrados y en donde se inicio esta historia.
-Qué bacán- decía yo sin imaginar que días después estaría a punto de vivir las ocho horas más alucinantes y escalofriantes de mi vida.
-¿Y lo hiciste antes? Preguntaba con gran interés.
-Sí compadre y es alucinante-volvía decir emocionado.
Fue así como todos los que estábamos a sus alrededor, nos comprometimos en realizar esta aventura que hoy felizmente puedo contar.
Salimos de Lima en una coaster todos muy contentos rumbo al valle del río Santa Eulalia cual escolares chongueros.
A medida que recorríamos las laderas del valle el nerviosismo se hacia presente con silencio sepulcral ya que la mayoría de nosotros no tenía experiencia alguna en este campo, solo Jimmy y Gonzalo, quienes reían conforme nosotros callábamos.
Al llegar al puente Autisha las bromas terminaron. El miedo era tan profundo como el cañón mismo. Ciento ochenta metros de terror nos esperaban.
Fue ahí , a esa altura, cuando me entero que el chino Pun, que ya no estaba chino ya que tenía los ojos más abiertos y redondos que Homero Simpson, sufría de acrofobia! y que estaba ahí para enfrentar su temor más grande.
Tan Grande como el que estaba experimentando yo en esos momentos. Conforme nos ponían los arneses mis miedos aumentaban. Estoy a tiempo de arrepentirme, pensaba mientras mi amigo Tato bromeaba:
-Bruja, ¿trajiste tu escoba?
-No – pensaba pero casi telepáticamente todos me escuchaban.
Así comenzaron las prácticas sobre paredes de tres metros que me parecieron trescientos por el miedo.
Sí, las prácticas al lado del puente me petrificaban pero ya no había nada que hacer.
Luego, uno a uno fuimos bajando rápidamente.
Solo el chino demoró algunos segundos pero gracias al aliento del sensei, inició el descenso.
Luego fue mi turno.
Las piernas me temblaban.
¿Sufriría yo también de acrofobia? ¿Ese miedo irracional e irreprimible a las alturas?
No lo quería saber.
Felizmente gracias al aliento de mis amigos y en especial al del sensei experto en coaching me armé de valor y descendí por el cañón.
Los primeros pasos fueron los más difíciles pero conforme avanzaba el miedo disminuía. Casi nada pero disminuía.
Así, bajé los primeros ochenta metros donde me esperaba en una pequeña saliente un segundo guía.
-Detente acá, tenemos que cambiar la cuerda. Me dijo relajado.
-Cambiar ¿queeeé? – Le pregunté casi en pánico.
-La cuerda, respondió.
-Solo llega hasta la mitad por lo que debemos soltarla de arriba y volverla a enganchar para que sigas bajando– dijo con total naturalidad, como si estuviéramos tomando lonche en una mesita del Vivaldi.
En ese momento no había lugar a reclamos y tuve que pasar los quince minutos más aterradores de mi vida aferrado a las rocas recordando a James Stewart de la película Pánico de Alfred Hitchcock en 3D, sin lentes y en vivo.
Pasados esos minutos y nuevamente enganchado continué mi recorrido hacia el fondo del cañón para completar los cien metros restantes por grandes paredes erosionadas por el agua y el viento durante cientos de miles de años, como los que parecía había vivido yo en aquella plataforma del terror.
Poco a poco el miedo descendía conmigo entre formaciones rocosas las que contemplaba con ojos estupefactos que descubrían la belleza de uno de los lugares más alucinantes que he visto en lima.
Al mirar hacia abajo vi unos puntitos que se transformaron en mis amigos que me esperaban al pie de la cascada de Sheque.
La más hermosa que había visto en mi vida por todo lo alto, literalmente, y desde un ángulo absolutamente distinto, sin lugar a dudas.
Al llegar a tierra el alma realmente me volvió al cuerpo dejando en mí una mezcla de alivio y satisfacción por el reto cumplido.
Luego disfrutaría del maravilloso paisaje con todos mis amigos: Una poderosa caída de agua cristalina al pie del cañón donde la brisa refrescaba mi gran logro.
El baño fue inmediato, el chino , Gonzalo y yo disfrutamos de las heladas aguas sin imaginar lo que nos esperaba.
Mientras nos cambiábamos pensaba en dónde estaría la coaster que nos había dejado arriba, en el puente.
Seguro habría bajado por otra camino para darnos el encuentro.
Nada de eso. La aventura recién estaba por empezar.
La ruta de regreso fue aún más temeraria que el propio descenso.
Primero, tuvimos que atravesar un improvisado puente de doce metros de largo sobre una caída de más de treinta metros para llegar hasta el socavón de una mina abandonada y subir más de cincuenta metros por una escalera vertical sin seguridad alguna.
Al terminar el ascenso y cuando creía que ya habíamos llegado, nos esperaba lo peor, una caminata por un estrecho sendero con el abismo a nuestras espaldas.
Todo, de noche, con solo la luz de nuestras linternas que creo fue mejor para no ver el abismo vertical de varios de metros de altura.
Finalmente llegamos hasta donde nos esperaba la coaster más maravillosa del mundo y el cómodo asiento donde descansaría todo mi alivio al saber que lo habíamos logrado y que en casa me esperaraba la familia más bella del mundo.
Hoy valoro mucho más la vida gracias a esta increíble historia que fortaleció no solo una amistad escolar, también mis ganas de vivir.
El Cañón de Autisha
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Comentarios
22 respuestas a «El Cañón de Autisha»
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De la puta madre!!! Envidia de la aventura que han tenido, la próxima o con quienes vayan, quiero ir
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Espero que puedas ir. Para mí, ya fue suficiente. jajajajaja
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Tigre,
Muy bueno y preciso tu relato. Lo leyó mi hermano y también le gustó mucho.
Que sigan las aventuras!! -
solo de leer esta maravillosa aventura ya me dió «Acrofobia» .. sin palabras!!! que valientes!!!
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QUE BUENA HISTORIA Y EXPERIENCIA, LOS FELICITO, TEN POR SEGURO SI EL LOCO ESTARIA VIVO, LOS ACOMPAÑABA SIN PENSAR, FELICITACIONES A LOS AVENTUREROS…FUERTE ABRAZO
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Estoy seguro Heinz. Un abrazo
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Lo he vivido. Gracias!
Hoy te admiro un poquito más, querido amigo.-
¿Solo un poquito más? de dónde me tengo que tirar entonces!!!
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Alucinante lackaman,yo sufro de acrofobia tambien. Las fotografias son muy bonitas. Nos vemos manana en el entrenamiento!
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Todos ustedes deben estar “locos”! y que bueno que asi sea, yo tambien quisiera poder hacerlo, pero mi nivel de acrofobia me asegura un infarto fulminante. Los felicito. Bacan el post.
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Todos tenemos algo de acrofobia mi estimado Perico
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Lindo hermano.
Pepito -
Locos! Que maravilla y tu relato es como vivir la historia!
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Esa es la Idea Janie…
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Bruja Lindo relato! pero lo que mas me gusta es la bella amistad que los une a todos. Sigan con las maravillosas aventuras!
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Así lo haremos Uchi
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Que tal experiencia! Locos!!!!
Gracias por compartirlo. -
Que tal aveentura !!!
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Bien amigos las fotos están alucinantes !!cuando hacemos una por estas alturas…me avisan de hecho un abrazo a todos !!!
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Faltabas tú mi brother!
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Muy buena descripción del lugar,me la imagino tal como la cuentas!!!esos son los mejores viajes ,con los amigos de toda la vida y tremenda chacota en la coaster!!!!Felicitaciones Mac
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Gracias Felipe!
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