Uniformes nuevos, libros recién forrados y zapatos relucientes reflejaban nuestro primer día de clases.
El curso: Formación Laboral.
La Profesora: Elva de Rosado.
-Buenos días alumnos, estamos iniciando el año escolar y he decidido que hagamos un trabajo para el día de la madre.
-Tomen nota de los útiles que traerán la próxima clase para este proyecto por favor…
-Anoten:
-Un retazo de tela, hilo y aguja, botones pequeños, medianos y grandes, corchetes, tijera y dedal.
Conforme anotábamos, algunos rostros se desencajaban entre risas.
-Silencio! Gritaba la profesora al más puro estilo militar.
-En esta clase aprenderemos a hacer basta o dobladillo, a coser, a zurcir botones pequeños y grandes, botones de casaca y a pegar corchetes…
Nadie creía lo que escuchaba, al menos los hombres; los machos que no podíamos de ningún modo aceptar semejante mariconada después de trabajar el año anterior con el varonil serrucho.
– ¿Aprenderemos a coser? preguntamos indignados.
–Sí, y ese será el regalo para su madre y así le aliviarán una carga de trabajo. Respondió la profe orgullosa de su idea.
Aprender a coser no estaba en nuestros planes y lo peor de todo que nadie aprobaría el curso hasta entregar la tela con basta y con su respectivo muestrario de botones cosidos en fila.
Insufribles sesiones de pinchazos de aguja y jodas de maricas nos volvieron en seudos mini sastres, donde luego de aprobar un riguroso control de calidad y volvernos expertos con el hilo y la aguja, tendríamos nuestros regalos listos para ese día de la madre.
Un día muy especial , ya que la sonrisa de nuestras madres sería más que suficiente para sofocar esas vergonzosas horas de costura al recibir tan cuestionado pero maravilloso obsequio por su día.
Hoy, no recuerdo cuál fue la reacción de mi madre al recibir su regalo, pero sí las veces que en su ausencia pude hacerle la basta a mis pantalones o pegar el botón de esa camisa que necesitaba para alguna reunión de último minuto y que nadie podía ayudarme a coserlo.
En realidad el regalo fue para nosotros ya que no solo aprendimos a coser como muy pocos. Aprendimos también, a solucionar nuestras necesidades sin ayuda de nadie.
Puntada con Hilo
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Comentarios
5 respuestas a «Puntada con Hilo»
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me acuerdo…. cuántas cosas que no se valoran en el momento y, después, cómo te sirven!
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Estoy deacuerdo, que hasta mi hijo me trae su pantalon para coserlo.
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MAs de uno de noisotros se quejo en ese momento….pero ahora he escuchado a muchos de nosotros decir que le sirvio muchismo para la vida…que tal Elba
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«Recuerden que se llama punto basta o dobladiiillo», caturreaba la profe Elba de Rosado… También me ha servido ese aprendizaje para coser botones y bastillas. Y más aún la mecanografía: asdfgf espacio… Un abrazo.
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Gracias Bruja, que grato recuerdo.
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