El jingle como poder publicitario que sobrevive al algorítmo.
Los jingles siguen siendo uno de los recursos más poderosos de la comunicación comercial. En un ecosistema saturado de estímulos digitales, el jingle destaca porque apela a lo más primitivo y eficiente del cerebro humano: la memoria auditiva y la asociación emocional inmediata. Una melodía bien construida convierte a la marca en algo recordable, repetible y querible. Es presencia constante sin necesidad de pantalla, una huella sonora que acompaña al consumidor incluso cuando no está frente al anuncio.
Como profesor de creatividad, he comprobado que enseñar a mis alumnos a crear jingles no solo les permite dominar una herramienta clásica, sino entender la esencia del branding: cómo una idea, envuelta en música, puede permanecer en la mente durante años. Les comparto además muestras de jingles exitosos creados por mis propios alumnos, para que entiendan que esta herramienta no es teoría: es poder real.
Y algo fundamental: todos estos jingles fueron hechos sin Inteligencia Artificial. Aunque no descarto su uso —porque la IA es parte del presente y debemos adaptarnos—, estos trabajos tienen un mérito especial: nacen de creatividad pura, de inteligencia humana en su estado más auténtico. En un mundo hipervisual y automatizado, el sonido creado por personas sigue siendo una de las formas más efectivas y memorables de conectar.
La docencia es una parte esencial de mi vida. He dedicado prácticamente la mitad de mi existencia a enseñar, a compartir mis secretos profesionales y a transmitir un método propio —el método MacLean— que he desarrollado a lo largo de casi 40 años en el mundo publicitario. Pero más allá de la técnica, lo que más disfruto es ver cómo mis alumnos aprovechan ese conocimiento, cómo lo transforman y cómo me demuestran, con cariño y con talento, que todo lo aprendido prende fuego creativo en ellos. Ese es mi mayor pago. Me hace feliz, me divierte, y me recuerda por qué enseño.
Prueba de ello son estos jingles que voy a compartir a continuación, hechos por mis alumnos con dedicación, entusiasmo y creatividad genuina. El ejercicio consiste en elegir una canción conocida, analizar su métrica y reescribir la letra para convertirla en un mensaje publicitario eficaz. Lo hago no solo para incentivar su creatividad, sino también para algo crucial en publicidad: ayudarles a perder el miedo escénico. Esta es una de mis clases favoritas porque todos participan, todos se ríen, todos disfrutan… y, sobre todo, todos ganan confianza. Y en nuestra profesión, la confianza es tan importante como la idea.
Espero que lo disfruten tanto como yo.
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