Los niños no dejan de sorprendernos. Más aún si son los nuestros.
Luego de un fantástico día de surf, mi hija me esperaba en la orilla. Nada mejor para culminar una extraordinaria tarde de verano y olas.
Luego de cambiarme, emprendí la retirada hacia mi casa con la inmejorable compañía de mi hijita de cuatro años, cuando una vocecita encantadoramente adorable me dice:
-Papi, quiero ser hombre.
Nunca pensé encontrarme en esta situación. Muchas palabras vinieron a mi cerebro pero ninguna salía por mi boca. Traté de tomar las cosas con calma y con una tranquilidad que me congelaba le pregunté
-¿Por qué mi amor, por qué quieres ser hombre?
-Porque quiero correr tabla como tú.
Una mezcla de alivio y emoción me invadió, y casi con lágrimas en los ojos le dije que ahora las chicas más lindas corrían olas. Al parecer, ella sintió el mismo alivio que yo. Luego, ambos caminamos a casa con una gran sonrisa. La mía por supuesto era grande, mucho más grande
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